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Este artículo en el que realizamos una aproximación al pensamiento crítico (también podéis escucharlo en formato podcast) es uno de los más leídos de nuestro blog. Por otro lado, la capacidad para pensar de forma crítica es una de las sofk skills más demandadas en la actualidad. A medida que avanzan la tecnología y la automatización aumenta la demanda de ciertas habilidades “humanas”, ¿y qué hay más humano que la capacidad de razonar y pensar?

Sin embargo, esta habilidad parece una de las más complejas de enseñar. Antes que nada, vamos a dar una breve definición de lo que es el critical thinking o pensamiento crítico.

Salah Khalil, nuestro invitado en el encuentro de Innova&acción que dedicamos al tema, definía el pensamiento crítico o critical thinking como:

Una herramienta o metodología de pensamiento (o forma de pensar) que nos permite asegurarnos de que estamos en lo cierto en cualquier situación y, por tanto, nos permite tomar las decisiones correctas en cada momento”

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Una vez clarificado el concepto, trataremos de responder a las siguientes preguntas: ¿cómo podemos enseñar en las escuelas y universidades esta habilidad tan demandada como necesaria? ¿cómo podemos desarrollarla en un equipo de trabajo? ¿Qué cualidades debemos cultivar a título personal para mejorar nuestra capacidad para pensar críticamente?

10 + 1 cualidades que nos ayudarán a ser mejores pensadores

Todo pensador crítico posee una serie de habilidades o características. Como veréis a continuación, son cualidades sencillas y que, en mayor o menor medida, todos tenemos. Conocerlas nos permitirá prestarles una mayor atención y potenciarlas. Son estas:

La observación.  Es una de las primeras habilidades que desarrollamos en nuestra infancia. No es otra cosa que la capacidad de percibir y comprender el mundo que nos rodea documentando detalles y recopilando datos a través de nuestros sentidos.

La curiosidad. Tan propia de cuando somos niños. Debemos tratar de conservarla, lo máximo posible puesto que nos obliga a mantener una mente abierta lo que te lleva a un conocimiento más profundo de las cosas.

La objetividad. Centrarse en los hechos tratando de obviar los sentimientos. Basarse en la ciencia cuando sea posible. Ser conscientes de nuestros prejuicios y sesgos cognitivos.

Identificando sesgos. No solo deberemos reconocer nuestros propios sesgos e ideas preconcebidas, sino los de terceros.

Introspección. Pensar en cómo pensamos las cosas. Ser conscientes de nuestro grado de alerta y atención. Examinar nuestros pensamientos, sentimientos y sensaciones más íntimos. Autorreflexión.

Compasión y empatía. Para ser un buen pensador crítico, siempre debemos tener en cuenta el elemento humano. No todo lo que hacemos se trata de datos e información separados, también se trata de personas.

Humildad. La humildad es la voluntad de reconocer las deficiencias y ver los atributos positivos de una manera precisa. Cuando tienes humildad intelectual , estás abierto a los puntos de vista de otras personas, reconoces cuándo te equivocas y estás dispuesto a desafiar tus propias creencias cuando sea necesario.

No dependencia del status quo. El pensamiento crítico significa cuestionar las prácticas comerciales establecidas desde hace mucho tiempo y negarse a adherirse a los métodos tradicionales simplemente porque esa es la forma en que siempre se ha hecho.

Mente abierta. Los pensadores críticos evitan lanzarse a una discusión frenética o tomar partido: quieren escuchar todas las perspectivas. Los pensadores críticos no sacan conclusiones. Abordan una pregunta o situación con una mente abierta y aceptan otras opiniones y puntos de vista.

Comunicadores efectivos. La comunicación efectiva comienza con un proceso de pensamiento claro. Un pensador crítico efectivo debe ser capaz de transmitir sus ideas de una manera convincente y luego absorber las respuestas de los demás.

Oyentes activos. En lugar de ser un oyente pasivo durante una conversación o discusión, intentan activamente participar. Hacen preguntas para ayudarlos a distinguir los hechos de los supuestos. Recopilan información y buscan obtener información haciendo preguntas abiertas que profundizan en el tema.

Desarrollando el pensamiento crítico en nuestros equipos de trabajo

Tener un equipo de trabajo con la capacidad de pensar críticamente debería ser un objetivo a alcanzar para cualquier líder. Pero no es una tarea sencilla.  El motivo principal radica en la dificultad de evaluar de forma objetiva cómo piensa o razona una persona y en la propia complejidad del pensamiento humano.

A este respecto nos ha parecido muy interesante (y “fácil” de aplicar) el método que ha desarrollado el equipo de Zarvana y que puede servirnos de hoja de ruta para mejorar las habilidades de pensamiento crítico de un equipo de trabajo:

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Este método divide el pensamiento crítico en cuatro fases medibles y consecutivas: la capacidad de ejecutar, la de sintetizar, la de recomendar y la de generar y establece una serie de preguntas para evaluar en qué fase se encuentra cada individuo. También nos da pautas sobre cómo podemos ayudarles si tienen dificultades en una determinada fase o como detectar cuándo han dominado una fase y están en disposición de pasar a la siguiente.

Fase 1: Ejecutar
En esta primera fase, los miembros del equipo simplemente hacen lo que se les pide que hagan. Esto puede parecer muy sencillo, pero ya tiene algunas pinceladas de pensamiento crítico. Ejecutar implica que existe un razonamiento verbal y una cierta capacidad para resolver problemas o tomar pequeñas decisiones.

Para saber si un miembro de un equipo ha superado esta fase y puede volcarse en la siguiente, la respuesta a estas cuestiones debe ser afirmativa:

  • ¿Completa todas las partes de sus tareas?
  • ¿Las completa a tiempo?
  • ¿Las completa en o cerca de su estándar de calidad?
  • ¿Es capaz de realizar sugerencias sobre cómo mejorar su trabajo?

Si un miembro del equipo tiene dificultades aquí, lo que debemos hacer es asegurarnos de que entienden las instrucciones que les damos haciendo que las rearticule (nos las describa) antes de empezar. También es conveniente empezar con tareas más pequeñas con plazos inmediatos. Y una vez concluido el trabajo está bien que tengan que explicar lo que hicieron, cómo lo hicieron y por qué lo hicieron de una determinada manera y no de otra.

Fase 2: Sintetizar
En esta fase, los miembros del equipo aprenden a clasificar la información que les llega y determinar qué es importante o relevante en cada situación.

Las preguntas que hay que hacerse son:

  • ¿Pueden los miembros del equipo identificar todas las ideas importantes?
  • ¿Excluyen todas las ideas sin importancia?
  • ¿Evalúan con precisión la importancia relativa de las ideas importantes?
  • ¿Pueden comunicar las ideas importantes de manera clara y sucinta?

La síntesis es una habilidad que, como cualquier otra, crece con la práctica. Algunas ideas para “entrenar” esta habilidad son:

  • Que compartan sus conclusiones después de una llamada a un cliente o después de una reunión.
  • Hacer ejercicios del estilo: si solo pudieras transmitir una idea cuál sería, si solo tuvieses 5 minutos como explicarías esto, si solo tuviéramos 500€ en qué los invertirías…

Se sabe que una persona está lista para pasar a la siguiente fase cuando puede proporcionar un resumen de las ideas e implicaciones importantes sobre un tema sin una preparación previa.

Fase 3: Recomendar
En esta fase, los miembros del equipo pasan de identificar lo que es importante a determinar qué se debe hacer. Para evaluarlo deberemos hacernos las siguientes preguntas:

  • ¿Suelen hacer recomendaciones o aportan posibles vías de acción?
  • ¿Se muestran receptivos a los “peros” que surgen con respecto a sus ideas y recomendaciones?
  • ¿Consideran alternativas antes de aterrizar en una recomendación?
  • ¿Sus recomendaciones están respaldadas por un razonamiento fuerte y sensato?

Para incentivar la capacidad de recomendar de un equipo lo ideal es que el líder les pida que la den sin haber dado él la suya. También es conveniente pedir que razonen su recomendación y que compartan las alternativas que han considerado y por qué las han descartado. Es decir, cuáles eran las ventajas de una u otra opción y por qué se han decantado por una de ellas.

Los miembros del equipo están listos para pasar a la Fase 4 cuando hacen recomendaciones razonables que reflejan un buen juicio empresarial sobre el trabajo que no es suyo.

Fase 4: Generar
En esta fase, los profesionales son capaces de crear algo de la nada. Por ejemplo, se dice que es necesario mejorar la formación que se da a quienes se incorporan al equipo y ellos crean un plan de formación. El progreso en esta fase se puede evaluar con estas preguntas:

  • ¿Proponen un trabajo de alto valor y que no es “continuación” del trabajo que ya están haciendo?
  • ¿Pueden convertir sus visiones y las de otros en planes factibles para hacer realidad esas visiones?
  • ¿Pueden descubrir cómo responder preguntas que tiene, pero no sabe cómo responder?

Muchas personas no llegan a esta fase porque no se dan permiso para hacer el tipo de pensamiento abierto que requiere. Por tanto, aquí lo más efectivo es programar sesiones de lluvia de ideas o de innovación abierta y que los profesionales vean cómo otros “generan” ideas. Esto les servirá de inspiración y motivación.

También es beneficioso pedir a los miembros del equipo que vayan apuntando todas las ideas que se les vayan ocurriendo y permitirles que las compartan habitualmente. Si ven que sus ideas realmente son tenidas en cuenta este paso funcionará mejor.

La enseñanza y el pensamiento crítico

Por último, vamos a ver cómo se puede fomentar el pensamiento crítico desde las aulas. Con demasiada frecuencia los estudiantes se convierten en receptores pasivos de información. Veamos algunas técnicas para evitarlo.

  1. Hacer que los alumnos tengan un diario en el que cada día deban reflexionar sobre: ¿qué es lo más importante que has aprendido hoy en clase? ¿tienes alguna duda? ¿qué idea o ideas se han quedado fijadas en tu mente?
  2. Hacer que los alumnos trabajen de forma cooperativa. El aprendizaje grupal es muy bueno para aprender a pensar puesto que el apoyo y la retroalimentación constante con otros estudiantes nos lleva a enfrentarnos a distintos puntos de vista, a tener que argumentar, defender nuestra postura o a reconocer una buena idea (aunque no sea nuestra).
  3. Utilizar el método del caso. El profesor presenta un caso o historia sin conclusión y los alumnos tienen que ir haciendo preguntas y generando discusión y debate para saber qué es lo que ha pasado realmente.
  4. Hacer que los alumnos se cuestionen las cosas. Por ejemplo, cuando haya una lectura hacer que los estudiantes entreguen una serie de cuestiones que les hayan surgido, seleccionar algunas de ellas y lanzarlas al resto de la clase. O cuando finaliza una sesión dividirlos en pequeños grupos en los que puedan debatir y hacerse mutuamente preguntas sobre los aspectos que más les hayan impactado o sobre los que tengan dudas o quieran conocer otros puntos de vista.
  5. Pedir a los alumnos que lean antes sobre el tema que se va a tratar en clase previamente para elevar la capacidad de debate en el aula.
  6. Hacer que los alumnos analicen diálogos escritos o debates en vídeo: los distintos puntos de vista, los argumentos, cómo se ha llegado a una determinada conclusión…
  7. Pedir a los alumnos que redacten conclusiones sobre un tema abordado en clase o sobre una noticia de actualidad.
  8. Realizar en el aula juegos de roles o debates en los que a cada participante se le asigna una postura que debe defender. En este ejercicio puede resultar muy útil que algunos alumnos jueguen el rol de observadores cuya función será la de detectar sesgos y errores en el pensamiento, evaluando las habilidades de razonamiento y examinando las implicaciones éticas del contenido.
  9. Jugar con la ambigüedad. Brindar a los alumnos información contradictoria o con diversos matices para que saquen sus propias conclusiones. No dar a los alumnos una versión de los hechos como la única verdadera.

Algunas de estas técnicas o ideas podemos aplicarlas también en nuestras casas, con nuestros hijos o con nosotros mismos. Por ejemplo, podemos analizar un debate televisado, apuntar las cuestiones que nos vayan surgiendo cuando leemos un libro y luego buscar información u otros puntos de vista o llevar un diario en el que apuntemos las lecciones más importantes que vayamos aprendiendo en el día a día.

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