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Vivimos rodeados de tecnología de todo tipo y de elementos (dispositivos, robots, máquinaria, apps, demos, interfaces user-friendly…) que facilitan su implementación y uso. Profesionales y empresas trabajan cada día en descubrir, adquirir, manejar e interpretar nuevas soluciones que, además de facilitar múltiples aspectos de la organización como optimizar procesos o recursos, entre otras muchas finalidades, contribuyan a generar auténticas ventajas competitivas y resultados diferenciadores.

El término tecnología viene del griego [téchnē] arte, técnica, oficio y [logia] tratado, estudio, destreza. Por ello, más allá del alcance que suele dársele en el lenguaje coloquial, hace referencia al conjunto de conocimientos y técnicas que se aplican de manera ordenada para alcanzar un determinado objetivo o resolver un problema.

Ahora bien, la gestión de la tecnología puede convertirse en un quebradero de cabeza, o en el peor de los casos, acabar en innovaciones o inversiones fallidas. En más ocasiones de las que querríamos, el tiempo, los recursos y la dedicación que exige estar a la última en tecnología -no por estar a la moda si no para alcanzar objetivos o resolver problemas– o elegir la que mejor se adapta a nuestro tipo de organización son más limitados y escasos de lo deseado. Es por ello, que aquí entran en juego, como grandes aliados, los mapas tecnológicos.

Aunque puedan parecer algo novedoso, no lo son; lo que sí es novedosa es su popularidad y su agilidad de creación gracias al aumento de las bases de datos, el acceso generalizado a Internet y la cantidad de información a nuestra disposición.

En la era predigital la creación de mapas tecnológicos exigía un trabajo casi heroico porque esa vigilancia implicaba la asistencia a ferias o muestras, monitorizar a la competencia y sus productos, analizar patentes, leer múltiples artículos en revistas específicas…

En la era digital, al igual que el entorno exige respuestas rápidas y ágiles, la observación tecnológica también lo es gracias a diferentes elementos y disciplinas, como por ejemplo:

  • Las bases de datos especializadas y de fácil acceso.
  • Información variada y accesible sobre cuestiones como patentes.
  • Los avances en cienciometría (“se basa en el análisis y cómputo de determinados indicadores bibliométricos”) que permiten obtener información tan importante como qué tecnologías son estratégicas, qué empresas son punteras, qué competencias básicas tiene un competidor, etc.
  • Progresos en procesos de co-ocurrencia, por ejemplo, entre keywords de ciertos productos/servicios, tecnologías y empresas. Gracias a ellos, mediante la utilización de reglas podemos, por ejemplo, detectar categorías nuevas, al considerar conceptos que aparecen juntos con frecuencia.

Qué es un mapa tecnológico

Los mapas tecnológicos, enmarcados en la disciplina de Inteligencia Tecnológica, son representaciones visuales, y sintetizadas, del estado de la tecnología en un área específica, o en un ámbito concreto. De manera general incluyen las tecnologías sobre las que más se ha investigado o invertido -en un periodo determinado- y aquellas que se identifican como emergentes y muestran ratios de expansión en comparación con periodos anteriormente analizados.

Cuando ese análisis y mapeo se relaciona con el comportamiento del mercado, se detectan oportunidades tecnológicas competitivas.

Por su contenido, los mapas tecnológicos permiten conocer cuáles son las tecnologías que están “caducando” en el mercado, cuáles empiezan a cobrar fuerza, aquellas que están siendo utilizadas por más empresas, e incluso cuáles son las que nos pueden dar una oportunidad de éxito por su novedad. También ayudan a disminuir ciertos riesgos dándonos información de innovaciones radicales tecnológicas que pueden llegar a ser perjudiciales, incluso destructivas, para determinadas organizaciones.

Por tanto, podemos decir que un mapa tecnológico es una herramienta de gestión empresarial muy útil y necesaria para no invertir tiempo en investigar cuestiones tecnológicas que pueden haberse resuelto ya en el mercado, incluso mejor, y aún más importante, para afinar la estrategia e inversión en I+D+i.

Al fin y al cabo, es el resultado de una “vigilancia tecnológica” que ayuda a comprender, valga la redundancia, el entorno tecnológico en el que se encuentra la empresa, así como las relaciones con todos los agentes que lo conforman.

En los mapas tecnológicos, las organizaciones podrán encontrar información tan crucial como:

  • Tecnologías maduras, para que evitemos desarrollar una nueva similar.
  • Tecnologías en desarrollo, que no es garantía de que vayan a convertirse en clave y madurar.
  • Qué patentes y en qué países la competencia las registra, pudiendo valorar así los motivos y cómo podría hacerlo nuestra organización.
  • Posibles mercados y aplicaciones para la tecnología que la organización desarrolla (en el caso de las tecnológicas) y, por tanto, también posibles competidores.

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