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Prácticamente desde que nacemos, trabajamos personalmente o con el apoyo de otros para tener confianza. Queremos tener autoconfianza, confiar en los demás y “ser merecedores” de confianza. Su importancia es tal para el ámbito del desarrollo que es una cuestión que nos acompaña, con altibajos, a lo largo de nuestra vida personal y profesional. Parece obvio que la falta de confianza en uno mismo, por ejemplo, es un riesgo para el progreso del propio individuo.

No hay más que escribir en cualquier motor de búsqueda términos que relacionan autoconfianza y desarrollo para que salten miles de resultados, de estudios, artículos, noticias, etc. en los que encontramos los beneficios de tener una buena autoestima para obtener un buen rendimiento laboral, sentirse valorados, motivados…

Ralph Waldo Emerson, escritor y pensador norteamericano del siglo XIX, dijo que “la confianza en uno mismo es el primer secreto del éxito” (Self trust is the first secret of success). Obviamente, no le vamos a quitar la razón porque debemos creer en aquello por lo que apostamos en la vida. Necesitamos la confianza en nosotros y en los demás, y viceversa, para rodar, crecer, avanzar.

Ahora bien, como dice el refrán, en el equilibrio está la virtud y el exceso de confianza también encierra riesgos en la trayectoria profesional si se confunde con capacidad.

En exceso, no es una capacidad

Uno de los problemas que encierra la autoestima es su impacto en el rendimiento laboral. Si es baja, corremos el riesgo de que la inseguridad en la persona influya negativamente en su desempeño profesional. Pero si es demasiado alta, su rendimiento también se verá afectado.

Carlos Giesenow, experto en psicología deportiva, explica en un artículo la relación entre la autoconfianza y el rendimiento en el mundo de la actividad física en el cual muestra como llegado un punto, la vinculación es la idónea; pasado dicho punto, el rendimiento disminuye a medida que aumenta la confianza.

Siguiendo con el apoyo de la investigación en este campo, un estudio de la Universidad de Standford señala que las personas con carrera profesional marcada por el exceso de confianza suelen alcanzar “el éxito” con cierta rapidez o facilidad, con independencia de su adecuación al puesto. ¿Por qué?

El mundo empresarial, y así sugieren múltiples investigaciones al respecto, valora de forma positiva a las personas con exceso de confianza, considerándolos, por lo general, adecuados para una promoción interna o liderar nuevos proyectos, aunque sus habilidades, en realidad, no sean las idóneas.

No confundamos exceso de confianza con alta capacidad

Incluso, aunque las personas con exceso de confianza suelen resultar narcisistas, arrogantes, les cuesta reconocer sus propios errores y méritos a terceros, como refleja el estudio mencionado, suelen llegar “a la cima” con cierta fluidez. Sin embargo, personas con mayores capacidades pero menor autoconfianza, por ejemplo, para liderar no serán tenidas en cuenta del mismo modo para procesos de promoción o liderazgo.

También el libro ¿Por qué tantos hombres incompetentes se convierten en líderes? del doctor en psicología organizacional Tomas Chamorro-Premuzic, muestra multitud de ejemplos. Sin desvelar ninguna clave, para aquellos que queráis explorar en profundidad este tema, recogemos a continuación un extracto del inicio del mismo para que podáis tener en mente lo fácil que es confundir seguridad y talento.

“[…] Cuando se considera a un hombre para un puesto de liderazgo, los mismos rasgos que predicen su caída suelen confundirse con señales de talento o potencial liderazgo o incluso se celebran como tales. En consecuencia, los defectos de carácter de los hombres los ayudan a surgir como líderes porque están disfrazados de cualidades de liderazgo atractivas […] Rasgos como exceso de confianza y egocentrismo deberían ser vistos como señales de alarma […]”.

Es más, y siguiendo con Chamorro-Premuzic, “la gente tiende a equiparar el liderazgo con los comportamientos (exceso de confianza, por ejemplo) que suelen señalar el mal liderazgo”.

Por otra parte, si algo influye en cómo los demás -compañeros, superiores o subordinados- percibimos la confianza que demuestran las personas con una elevada autoestima, es la forma en la que se expresan, tanto en su comunicación verbal como no verbal. Según la investigación titulada “Is overconfidence a social liability? The effect of verbal versus nonverbal expressions of confidence”, recogida en la revista de la Asociación Estadounidense de Psicología, la clave reside más en cómo nos expresamos que en la propia confianza que tenemos en aquello que hacemos.

Esta idea nos lleva a otra que defiende este mismo estudio: “aquellos individuos que expresaron confianza de forma verbal son percibidos/vistos de forma más negativa que aquellos que manifiestan su confianza de forma no verbal”.

Y es que existen múltiples formas de manifestar confianza, seguridad. “Estoy 100% seguro”. “No tengo ninguna duda”. En el caso de la comunicación no verbal, las personas con exceso de confianza tienen en común cuestiones como el cómo ocupan el espacio de la sala o reunión; el cómo se sienten, gesticulan y hablan con audacia, con un tono de voz algo elevado, ritmo rápido; y, la más curiosa, el hecho de que suelen comenzar la conversación con su propia opinión.

Otras consecuencias negativas, y alguna curiosidad

Algunas cuestiones negativas de profesionales con exceso de confianza, según los expertos son:

  • Perdida de oportunidades por infravalorar el alcance o envergadura de un proyecto al considerarlo por debajo de sus habilidades.
  • Asumir tareas y responsabilidades para las cuales la persona “ultra confiada” no cuenta con las capacidades necesarias para un correcto desempeño de un proyecto o de las propias funciones de un puesto de trabajo.

¿Ventaja? La humildad es la cura para reducir el exceso de confianza que puede llevarnos a callejones sin salida; ayudará a valorar nuestras habilidades de un modo más realista.  Sin embargo, tampoco debemos confundir la humildad con el síndrome del impostor y no poner en valor nuestras capacidades. El equilibrio es complejo.

Hay muchos ejemplos prácticos y sencillos en los que podemos ver cómo el exceso de confianza puede llevarnos a situaciones poco agradables. Veamos dos de ellos:

  • Ceguera de 180 grados. Es aquella que nos lleva a creer que sabemos más de lo que en realidad sabemos de algo. Imaginemos que somos un inversor, con una autoestima por encima de la media: sobrevaloraremos nuestros conocimientos bursátiles y experiencia sin analizar realmente cuánto sabemos y cuánto deberíamos saber para que la operación sea un éxito. La falta de aversión al riesgo es mayor porque no contemplamos que algo vaya a salir mal.
  • Reducción de la seguridad: Vayamos ahora al terreno de los Riesgos Laborales. Según la empresa internacional SafeStart, cuando estamos muy seguros de algo -por ejemplo, en el caso de la realización de tareas rutinarias que acarrean ciertos peligros en el trabajo o en casa- “es el momento de cometer un error y aumentar un 50% ciento el riesgo de sufrir un accidente”. El exceso de confianza, una vez más, muestra su lado oscuro.

 

Curiosidad: Si bien en el pasado se asociaba la baja autoestima al perfil de quienes de forma recurrente comenten delitos, las últimas investigaciones -como este estudio de la Universidad de Princeton– en la materia demuestran como la creencia de ser un ser superior es un factor decisivo en un gran número de actos criminales.

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