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Jordi Ros-Giralt es ingeniero de telecomunicaciones y trabaja a caballo entre Nueva York y su Vilafranca del Penedés para Reservoir Labs, una empresa de software. Además es el creador de Labdoo, una “ONG virtual” que pretende facilitar la educación de los niños más desfavorecidos, haciéndoles llegar portátiles y tabletas cargados con software educativo. En esta entrevista nos cuenta cómo surge la idea y cómo en los últimos años ha ido creciendo hasta el día de hoy en el que más de 800 escuelas en 117 países están recibiendo su ayuda.

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¿Cómo definirías Labdoo en pocas palabras?

Labdoo es un proyecto social, colaborativo y sin ánimo de lucro, que tiene como objetivo facilitar el acceso a la educación de aquellos más desfavorecidos mediante la colaboración global. ¿Cómo? Haciendo llegar a las escuelas de las zonas más pobres del planeta portátiles y tabletas cargados con aplicaciones educativas y todo ello a coste cero, tanto económico como medioambiental. Es decir, utilizando en todo momento, recursos ya existentes o excedentes.

Vayamos por pasos, ¿cómo surge la idea de crear Labdoo?

Cuando estudiaba mi doctorado en telecomunicaciones en la Universidad de California empecé a colaborar con Ingenieros Sin Fronteras. La mayoría de los proyectos que realizaban iban encaminados a la ingeniería civil o a temas medioambientales. Yo quería hacer un proyecto más relacionado con la tecnología y se me ocurrió que podíamos recoger ordenadores en desuso en Los Ángeles, sanearlos, cargarlos con aplicaciones educativas y donarlos a alguna escuela que los necesitase. El proyecto duró un año. Al final fuimos cuatro los voluntarios que nos involucramos y conseguimos 12 ordenadores que formateamos y dotamos de recursos educativos. En verano, viajamos a Antigua, en Guatemala y los llevamos personalmente a una escuela, en la que estuvimos también dando clases, enseñando a los alumnos a utilizar los ordenadores y las aplicaciones, a conectarse a Internet, etc.

Al volver, teníamos más preguntas que respuestas. Nos dimos cuenta del exceso de capacidad que tenemos en los países desarrollados y de las carencias que hay en otros lugares. Pero nuestro modelo no era escalable. En un año de trabajo solo habíamos conseguido reciclar 12 portátiles, 3 por persona, eso era poquísimo y difícilmente ampliable. Para lograr que el proyecto creciese, nosotros, que realmente éramos el cuello de botella, teníamos que salir. Nos dimos cuenta de que un proyecto así no podía tener una estructura centralizada.

Este primer viaje a Guatemala fue en 2005, luego le siguieron otros pero el problema de la escalabilidad seguía ahí. En 2009, con el auge de Facebook y las otras redes sociales, comprendí que la solución pasaba por dejar que la gente participase, por crear una red social. En lugar de dedicar mi tiempo a conseguir ordenadores, sanearlos y entregarlos personalmente, era más útil programando y diseñando una plataforma que permitiese que otros participasen en el proyecto.

Existe una teoría que dice que la mejor forma de solucionar un gran problema, como es el de la fractura o brecha digital, es fraccionarlo en pequeñas partes, diseminarlo y dejar que participen en el proceso cuantas más personas mejor. Y eso es lo que hicimos.

La mejor forma de solucionar un gran problema es fraccionarlo en pequeñas partes, diseminarlo y dejar que participen en el proceso cuantas más personas mejor

¿Cómo se puede colaborar en Labdoo? ¿De qué pequeñas partes estamos hablando?

En Labdoo trabajamos con Hubs y con voluntarios. Una persona a título individual puede ser donante de un dispositivo, puede ayudar a sanearlo e instalar el software educativo o puede trasladar un dispositivo ya saneado a una de las escuelas Labdoo. En el caso de los viajeros la idea es que éstos donen parte del espacio de su equipaje en un viaje que previamente ya tenían planeado y que realizan por otros motivos, profesionales o de ocio. Así conseguimos que los traslados sean a coste cero tanto a nivel económico como medioambiental. Evidentemente las personas también pueden ayudar dándonos visibilidad y hablando de nosotros.  

Por otro lado, la labor de los Hubs es la de difundir la labor de Labdoo y la de recoger y almacenar los ordenadores, fundamentalmente. Y si cuentan con voluntarios, también la de sanearlos e instalar el software.

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Una vez creada la plataforma y diseñado el proceso, ¿en qué os estáis centrando?

Ahora, para hacer crecer el proyecto, lo que necesitamos es conseguir colaboradores, involucrar a cuanta más gente mejor, que se nos conozca.

Actualmente hay Hubs de Labdoo en países tan distintos como EE.UU., Alemania, Taiwan, Suiza, España… Hay muchos modelos posibles de Hubs y formas de colaborar.

En Cataluña por ejemplo hemos empezado a trabajar con institutos de secundaria. Es un modelo que no aporta necesariamente grandes volúmenes (una colaboración con una gran empresa puede suponer muchas más donaciones, tanto en dispositivos como en viajes) pero si calidd de trabajo, pues nos ayuda a educar y a crear conciencia social. En Labdoo creemos que es tan importante el cómo se hacen las cosas que el qué se hace. El hecho de que chavales de 13/14 años se involucren, involucren a sus familias y a su entorno, que conozcan otras realidades, que aprendan a sanear los dispositivos y a instalar el software, es muy enriquecedor.

Como he dicho también hay empresas que se convierten en Hubs o que nos donan las “rutas” de sus ejecutivos, o asociaciones como vosotros. El potencial de una asociación de profesionales cualificados, en su mayoría técnicos, como la vuestra, es inmenso. También trabajamos con ayuntamientos porque tienen la capacidad de hacer llegar a sus ciudadanos nuestro mensaje. Hay agencias de viajes que nos donan sus “rutas”. Y a todos los viajeros que contratan sus servicios les ofrecen transportar uno de nuestros dispositivos. También tiendas de informática que recogen los ordenadores viejos de sus clientes y los sanean. Posibilidades hay muchas, solo hay que tener ganas de participar.  

¿Quién está detrás de Labdoo? ¿Tenéis un equipo “profesional”?

Todo el trabajo es voluntario. No ganamos nada con ello. Así que la gran mayoría tenemos otros trabajos. Yo por ejemplo trabajo en una empresa radicada en EE.UU. y cuando estoy en España, utilizo las primeras horas de la mañana, cuando allí todavía están durmiendo, para trabajar en Labdoo. Y cuando estoy allí pues trato de buscar huecos para dedicar al proyecto.

Cada voluntario dedica el tiempo que puede. En Alemania, por ejemplo, contamos con Ralph Hamm, un empresario que por problemas de salud se tuvo que prejubilar y que ha encontrado en Labdoo una forma de mantenerse activo y sentirse útil. El impulso que le ha dado al proyecto en Alemania ha sido increíble, era un hombre de negocios muy bien relacionado. Incluso Merkel le hizo una cena de agradecimiento por su labor.

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¿Cómo os financiáis?

En Labdoo no aceptamos donaciones económicas. Hemos querido eliminar el dinero de la ecuación por varios motivos. Uno de ellos, es la transparencia. Cuando alguien dona 100 euros a una ONG no sabe realmente en que los han invertido y esto genera desconfianza. En nuestro proyecto lo que se dona es tiempo, conocimientos (para sanear los ordenadores), espacio en una maleta o los propios dispositivos, todo cosas muy tangibles.

Por otro lado, como estamos en tantos países, gestionar los donativos, por las distintas fiscalidades y leyes, sería bastante complejo y nos restaría mucho tiempo de nuestra misión principal. Así podemos centrarnos en nuestro objetivo. Además toda la gente que colabora se involucra mucho más. Donar dinero es mucho más frío que realmente participar en un proyecto.

Además, el no aceptar donativos nos permite ser ajenos a las crisis y los ciclos económicos y ser independientes. Y nuestros gastos son mínimos. La una infraestructura que tenemos que mantener son los servidores en los que se aloja la plataforma. El resto de espacios los proveen nuestros Hubs y las escuelas en las que trabajamos.

¿Cómo se seleccionan las escuelas receptoras de los dispositivos?

En Labdoo creemos que quienes mejor conocen la realidad de los centros educativos de las zonas más desfavorecidas son quienes trabajan sobre el terrero y que  son ellos los que nos pueden sugerir en que escuelas podemos ser útiles. Así que parte de nuestra labor es que se nos conozca, que los voluntarios de ONGs como Ingenieros Sin Fronteras sepan de nuestra labor.  Por ejemplo, hemos empezado a colaborar con una escuela de Pakistán para niñas, gracias a que una voluntaria neozelandesa nos informó de que una adolescente paquistaní había abierto un pequeño centro en el que enseñaba a otras niñas. Como sabéis en este país la educación para las chicas está restringida y con nuestra ayuda quizá podamos ir cambiando algo esta triste realidad.

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¿Y el software educativo? ¿Lo habéis diseñado vosotros?

El software no lo creamos nosotros. A los dispositivos donados les instalamos Linux, un sistema operativo gratuito de código abierto. Y sobre él instalamos Edubuntu, un programa educativo libre con el que se pueden impartir distintas materias, en varios idiomas y con niveles de dificultad por edades. Luego completamos el paquete con otros elementos como la Wikipedia offline (para cuando los centros no tienen acceso a Internet) o libros libres de derechos en formato PDF.

¿Si donas un ordenador puedes saber a qué escuela ha ido y conocer su proyecto?

Nosotros siempre buscamos la transparencia y que todos los donantes sepan en qué situación está exactamente su dispositivo. Cuando llega un portátil a cualquiera de los Hubs de Labdoo se le añade una etiqueta de 9 dígitos y un código QR. Entonces el donante recibe un correo con el enlace en el que puede hacer el seguimiento y cada vez que se cambia el estado, pasa una etapa, recibe un correo. Cuando el ordenador llega a su destino, recibe un correo de misión cumplida en el que hay un enlace en el que pueden ver el proyecto educativo de la escuela en cuestión y un álbum de fotos en el que ver los avances de los niños con sus portátiles.  

¿Qué feedback estáis teniendo de vuestros colaboradores?

El feedback es muy bueno. Hace unos días recibí una carta de un niño de Kenia llamado Tom en la que nos daba las gracias por nuestra labor y nos explicaba que él siempre había querido aprender a programar y que gracias al ordenador portátil de Labdoo que recibió hace dos aós y medio había aprendido Java, PHP, etc. y que estaba creando páginas web e incluso algunas empresas le habían pagado por su trabajo.

Por parte de los voluntarios y colaboradores también. Cuando realizamos en Barcelona la primera conferencia de Labdoo, vino gente de todo el mundo. Nos dimos cuenta de la ilusión que generaba el proyecto.

¿Qué planes de futuro tenéis?

En el mundo se estima que hay unos 3 millones de escuelas. Y queremos llegar a todas en las que nos necesiten. Actualmente tenemos en nuestra plataforma alrededor de 2.000 usuarios con los que hemos sido capaces de llegar a 800 escuelas. Pero en el mundo hay 2.000 millones de personas que tienen portátiles. Imagínate si con solo 2.000 usuarios hemos llegado a 800 escuelas, cuanto más  podríamos hacer si todos colaboramos y donamos nuestros portátiles una vez dejamos de utilizarlos. Nuestro objetivo  es ir aumentando el número de colaboradores. Somos conscientes de que si nos unimos, hay un gran potencial de hacer llegar la oportunidad de una educación a muchos más niños y niñas del planeta.

Además siempre vamos tratando de mejorar el proyecto en sí. Cuando tu compras un ordenador en el primer mundo generalmente tienes un servicio postventa al que puedes preguntar tus dudas o acudir si falla. Cuando las escuelas recibían los dispositivos de Labdoo y tenían algún problema o dificultad con ellos no sabían a quién recurrir. Para solucionar este problema volvimos a recurrir a la colaboración. Hemos creado en la plataforma un apartado en el que los usuarios de nuestros dispositivos pueden subir sus dudas y un equipo voluntario les da respuesta.

Nuestro plan es que cualquier reto que se nos plantee dentro del proyecto sea resuelto acorde a la filosofía de Labdoo: colaboración y coste cero, tanto económico como medioambiental.

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