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Esteban Tomás Moreno estudió informática en la UPV. Actualmente trabaja como ingeniero en la Agencia Europea de Meteorología en Alemania. Pero antes de desembarcar en el país teutón ha vivido en lugares tan dispares como Madrid, París o Kourou en la Guayana francesa. En esta entrevista nos cuenta su experiencia.

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Cuéntanos cómo fueron tus inicios profesionales…

Mi primer trabajo fue en Madrid, a principios de los 90, en Inisel, antecesora de lo que hoy es Indra. Estando allí me ofrecieron la oportunidad de trasladarme a París con la empresa Thomson-CSF que tenia un convenio con Inisel y decidí irme. Fue una experiencia muy positiva para mí. Era joven y vivir en una ciudad como París era muy emocionante. Había infinidad de cosas que hacer a nivel cultural y de ocio y además tenía un buen trabajo en el área de la simulación de aeronaves.

Luego regresé a España. Era el año 92-93 y había mucha crisis. Me quedé en paro y fue entonces cuando a través de una empresa de Barcelona, llamada GTD, tuve la oportunidad de ir a trabajar a la Guayana Francesa y de entrar en el sector espacial.

¿Cómo resultó esa experiencia en la Guayana francesa?

Estuve cuatro años viviendo en Kourou, cerca de la capital, Cayenne. Allí me dedicaba a la gestión, configuración y control de calidad del software para los lanzamientos de los cohetes Ariane. Concretamente mi labor era preparar el setting de los sistemas de tierra y de los sistemas de abordo para realizar los lanzamientos.

A nivel profesional fue una experiencia muy buena. Me gustaba mucho el trabajo y además luego he seguido trabajando en esa área, con lo que puedo decir que me ha abierto puertas. A nivel personal, fue más complicado.

¿Cómo es la vida en la Guayana francesa?

Digamos que al margen del trabajo en Kourou había pocas cosas que hacer. Solo había un cine y en la cercana Cayenne otro cine y una sala de exposiciones. Luego puedes hacer excursiones por la selva pero es algo que a mí, que soy bastante urbanita, no me iba mucho. Mi entonces mujer esto no lo llevaba demasiado bien.

Por otro lado es una zona que está muy aislada. No se trata de una isla pero en la práctica es como si lo fuera. Al tratarse de una zona selvática las comunicaciones por tierra son complicadas, es muy difícil mantener buenas carreteras. La fuerza de la naturaleza es increíble. Solo había comunicación vía aérea a París y a los países vecinos como Surinam, o los departamentos franceses de Guadalupe o de Martinica. También había un vuelo a Belén, en la zona del Amazonas de Brasil. Por ejemplo, para viajar a Miami, que estará a unas tres horas en avión, había que viajar a Guadalupe, de ahí a San Juan y a Miami o hacerlo vía París y Nueva York.

Otro problema importante es la dificultad para mantener en condiciones los accesos portuarios debido al arrastre que tienen los ríos. Por un lado son muy caudalosos y arrastran muchos sedimentos y por otro, el impacto del Amazonas. Cada tres o cuatro meses había que dragar el puerto para que puedan acercarse los barcos, sobre todo los más grandes. No era de extrañar que en el supermercado no hubiese leche porque el barco que la transportaba no podía llegar al puerto para descargar. En la Guayana aprendí que podía vivir con bastante menos de lo que creía.

Luego decides regresar a Madrid…

Sí. Decidí regresar a Europa y envíe curriculums a varias empresas, finalmente regresé a Barcelona con mi empresa pero pronto me fui a Madrid donde cursé un MBA y empecé a trabajar para AENA como contratista, estando contratado por Indra Espacio, de vuelta en el sector aeronáutico. Estuve trabajando en un sistema de orientación para el aterrizaje de aeronaves, precursor del actual Galileo.

 ¿Y cómo surge la oportunidad de establecerte en Alemania?

Me llamaron de una de las empresas a las que envié mi curriculum cuando estaba en Guayana para ver si aún estaba interesado en ir. En principio el trabajo era para estar un par de años en Alemania y luego establecerse en Holanda. Y acepté. La verdad es que cuando regresé a España lo hice con la idea de quedarme. Pero el trabajo no me acababa de satisfacer y la forma de actuar y de ser de la gente tampoco. Así que decidí probar fortuna. Y ya llevo 15 años en Alemania.

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Cuando regresé a España lo hice con la intención de quedarme. Pero los dos años que estuve en Madrid fueron bastante difíciles para mí. Por un lado, pese a que en la empresa estaban contentos con mi desempeño, a mi no me satisfacía del todo. Y empecé también a tener problemas porque no llegaba a comprender el comportamiento de la gente. Me parecía todo muy superficial.

¿Qué labor desempeñas actualmente allí?

Concretamente soy ingeniero de requisitos y verificación de sistemas en Eumetsat, la agencia europea de meteorología. El sistema completo lo forman una serie de satélites, estaciones de tierra, un centro de control de los satélites y procesamiento de datos, un área de diseminación y transferencia de información y un archivo general en el que se almacenan todos los datos por si son necesarios en un futuro. Mi labor es gestionar los requisitos del sistema MTG (Meteosat Third Generation) y la verificación del sistema MTG, cuando los contratistas lo entreguen, en especial, la respuesta de los instrumentos.

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 ¿Qué diferencias has encontrado entre la forma de vida en España y Alemania?

En España es todo más flexible, a veces esto es bueno y a veces no lo es tanto. Por poner un ejemplo simple: la puntualidad. Yo no soy alemán pero creo que cuando se queda si es a las siete es a las siete, y no a partir de las ocho. Y no es que la impuntualidad sea algo solo de las personas, lo es también de los trenes, los aviones, los plazos de entrega… Pero bueno, a todo puedes adaptarte.

Por otro lado, los alemanes, al igual que los franceses, son muy fríos al principio pero luego son personas muy estables, si conectas con ellas, las tendrás para toda la vida. En Francia, los franceses del norte dicen sobre los franceses del sur no saben cerrar los brazos. Es decir, que enseguida se abren a ti pero luego esos lazos es difícil que se estrechen, no se afianzan. En España creo que somos un poco así también. Si en Alemania alguien no te habla no es porque esté enfadado contigo sino porque no tiene nada que decirte.

En Alemania la forma más natural de socializar y hacer amigos, al menos en las ciudades más pequeñas es a través de grupos y asociaciones con una afición o interés común. Las hay de todo tipo, de músicos, de amantes de los caballos, gente a la que le gusta el carnaval…

¿Qué opinión tienen de los profesionales españoles? ¿Estamos bien valorados allí?

Entre 2011 y 2013 en Eumetsat hubo una pequeña avalancha de españoles. Pero allí somos como una pequeña Unión Europea, hay 22 países y realmente no importa de dónde vengas, lo que importa es que el trabajo se haga. Y creo que en Alemania, en general, sucede lo mismo.
Si lo piensas bien no somos tan distintos. Tenemos la misma moneda, un marco legal similar… Las costumbres sí que son diferentes, pero creo que somos bastante compatibles.

¿Te gustaría regresar a España? ¿Qué condiciones tendrían que darse para que lo hicieses?

De momento no es una opción que me plantee. No creo que pueda trabajar de lo mío aquí. Creo que, en cierta manera, uno debe seguir a su trabajo. De momento tengo trabajo allí en Alemania, pero si la situación cambia estoy abierto a moverme a Holanda o a donde sea.

¿Qué consejos darías a los jóvenes que, ante el difícil panorama en España, se plantean trabajar en el extranjero?

Cuando estás fuera siempre van a haber cosas que te gustarán y cosas que no.
No es una buena práctica llevarse un trozo de Valencia o de España allá a donde vayas. Eso te puede ayudar los primeros seis meses, pero luego contribuirá a que no te adaptes y estés a disgusto allá donde vives.
Vivir en el extranjero exige dos cosas: tener la mente abierta y tratar de buscar dentro de tu ciudad o país de acogida la zona o el barrio que mejor se adapte a tus necesidades. No hay que tener miedo ni prejuicios.